Su padre era empresario; su madre, una figura del
mundo cultural. Ambos trabajaban sin parar dando conferencias y recorriendo el mundo
a un ritmo frenético.
Mignon Beart, nacida de tales padres, fue criada con
todas las comodidades por su abuela materna como figura adulta. Pensando ahora
en esos años con su abuela, podría decirse que habían determinado la visión de
Mignon sobre la vida, y todo porque la abuela de Mignon, según sus palabras,
descendencia de un antiguo linaje de grandes brujas.
Ya es imposible demostrar si la anciana abuela de
Mignon era realmente una bruja, pero hay quien cree que no era más que un
cuento inocente que le gustaba contar a su crédula nieta.
En este mundo no existen la magia ni las artes
oscuras. Es lo que el “sentido común” dicta a la mayor parte de las personas,
pero independientemente de lo que la abuela le trasmitiera o no, el hecho de
que Mignon tuviese extraños poderes que solo pueden describirse como magia, es
irrefutable desde cualquier punto del “sentido común”.
Mignon está dotada de un misterioso poder. La niña
creía firmemente que esa magia provenía de su mismísima abuela.
En su guarida de bruja, una de las habitaciones de la
mansión Beart, y con una enorme colección de libros amontonados junto a
diversos elementos, las llamas de los candelabros de plata de las paredes crean
une extraño ballet de sombras y reflejos.
“Guau, jo,jo, jo…”.
Mignon, encerrada en su habitación desde el alba, no
parece tan animada como siempre y encoge los hombros abatida. Ante ella, sobre
un viejo escritorio, hay un joyero. Su abuela lo dejó antes de morir y Mignon
lo ha convertido en el recuerdo de su memoria.
Está cerrado desde que lo recibió y aún no tiene idea
de lo que puede contener.
Según las historias que su abuela le contaba, el
joyero solo se puede abrir mediante la magia. Por eso Mignon ha dedicado sus
días a investigar con la ilusión de alcanzar uno de sus objetivos: poder abrir
la caja con su propia magia. Y como el experimento no ha salido bien, Mignon se
lamenta desconsolada.
“Oh, qué rabia. Sabía que no se abriría, no es fácil
llegar a convertirse en una bruja…”.
Mignon acerca la cara al escritorio mientras sujeta el
joyero cerrado junto a ella y comienza a lamentarse apesadumbrada.
“¿Es que nunca vas a abrirte?”.
“¡Ups!”.
Mignon se gira sobresaltada en la dirección de una voz
de niña traviesa y juguetona que escucha de pronto a su espalda.
Crac, crac, crac…
Una vieja muñeca irrumpe en la habitación pasito a
pasito a través de la grieta de la puerta. La muñeca de ojos de cristal observa
a Mignon y canturrea fríamente mientras mueve las manos con torpeza.
“¡Déjalo ya! Es inútil”.
“¡Mmph…!”.
Tras oír como una muñeca le echa en cara su impotencia,
Mignon mira con desprecio al golem y recita un conjuro.
“¡Espíritus de las llamas! ¡Ataquen!”.
Concentrando energía calorífica en las puntas de sus
dedos, genera una pequeña bola de fuego, como una luciérnaga, en el dedo
índice. Pero una fuerza invisible desvía la bola de fuego mientras la muñeca
gira y envía de vuelta el disparo para impactar directamente contra la nariz de
Mignon.
“¡Auu!”.
Sujetándose la nariz y retrocediendo torpemente,
Mignon tropieza y cae de espaldas sobre una montaña de libros apilada a su
lado. Viéndolo, una mano huesuda emerge de la sombre de la puerta y agarra a la
risueña muñeca.
“Que hermana tan torpe”.
“Ni… ¡Ninon! ¿Por qué siempre me haces lo mismo?”.
Mirando a la chiquilla que entra con la muñeca en
brazos, Mignon grita a punto de echarse a llorar.
“Yo no he hecho nada. Has sido tú, ¿no?”.
La niña, con el mismo atuendo que la muñeca y un
vestido negro gótico, observa la nariz enrojecida de Mignon y se ríe. Ninon es
la hermana de Mignon, dos años menor que ella. Y en contraste con su hermana
mayor, totalmente ingenua y muy molesta, Ninon es una niña fría con una calma
impropia para su edad y una lengua viperina.
Ninon, que había inferido vida a su inerte muñeca se
peina hacia atrás su precioso cabello y lanza una mirada gélida a Mignon.
“Afróntalo, Mignon, no tienes mi talento. ¿Por qué no
lo dejas ya? Puedo mostrarte lo que es seguir admirablemente los pasos de la
abuela”.
“¡¿Qué no tengo tu talento?! ¿Te atreves a hablarle de
ese modo a tu hermana mayor…?”.
Ante la insolencia de su hermana pequeña, con aires de
superioridad, el rostro de Mignon se enciende, igualando el rojo de la nariz, y
vuelve a tropezar con las pilas de libros de brujería que hay a sus pies.
“Auuu…”.
“Que idiota…”.
Ninon lanza un sobre frente a Mignon, que se levanta
frotándose la zona del golpe.
“Debería ir dirigido a mí en vez de a una hermana tan
inútil como tú”.
“¿Qué? ¿Es…?”.
“Una invitación para el torneo ese, ¿no? Viene a tu
nombre”.
“¡Ah! Sí, es verdad. ¡Debe de ser eso!”.
Mirando la invitación con un extraño emblema impreso,
Mignon siente una ráfaga de inspiración.
“¡Seguro que Mignon es la mejor compitiendo! ¡Sí, no
cabe la menor duda! ¡Mis habilidades de magia blanca serán más efectivas en
combates reales! Jii, jii, jii”.
“Deberías centrarte menos en tus poderes mágicos y más
en tu fuerza física”.
Mignon, ajena al sarcasmo de Ninon, toma la invitación
de su mano y jura alcanzar la victoria en el torneo ante el retrato de su
abuela que cuelga de la pared.
“¡Con el poder mágico, Minon ganará esta vez sin lugar
a dudas!”.
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