Cuando Mai Shiranui iba al dojo, desde niña había
tenido la costumbre de silenciar sus pasos y movimientos.
Hanzo Shiranui, su profesor de artes Shiranui y
abuelo, le había pedido que le atacara si le veía con la guardia baja, y sí lo
conseguía, le había prometido comprarle lo que ella quisiera.
Eso era lo que le decía siempre a la joven Mai.
La verdad es que era una misión imposible. A pesar de
su edad, una niña de 10 años no podía vencer a Hanzo Shiranui, maestro de artes
ninja Shiranui y varias modalidades de movimiento.
Esto era la reflexión que hacía adulta, pero la joven
Mai nunca había renunciado a derrotar a su abuelo. Como recordaba que él siempre
meditaba al atardecer en el dojo, no tardó en planear un ataque, esta vez por
la espalda.
Pero al final, Hanzo percibía que la joven Mai se
acercaba antes de que llegara al dojo, y nunca había logrado sorprenderle, pero
eso sí, había conservado la costumbre de desplazarse sigilosamente.
Hoy por hoy, es imposible oír a Mai acercándose al
dojo. Si Hanzo siguiera con vida, le habría vencido, o al menos eso piensa ella
sin vanidad al entrar en el dojo. Se dirige a la alcoba, donde se sienta y se
ríe en silencio.
Como si lanzara un abanico, Mai toma un sobre entre
sus dedos y lo hace volar. Antes de que se oiga el sonido del papel cortando el
viento, la figura inmóvil del suelo se gira y le reprocha.
“Deja de hacerte tonta, Mai”.
¿Pero cuándo la ha visto? Andy Bogard, en camiseta,
miró a Mai riéndose.
“No estoy haciéndome tonta”.
Ligeramente desanimada por el ataque frustrado, pero firme
en sus fiables reflejos, Mai entró al dojo.
“Ha llegado esto para ti”.
“Una
invitación a The King Of Fighters, ¿no?”.
Andy suspira cuando ve a Mai con el sobre. Mai se deja
caer junto a Andy y ladea la cabeza con curiosidad al ver que su expresión se
ensombrece.
“¿Qué ocurre? Vas a participar, ¿no?”.
“No, esta vez no”.
“¿Eh? Que no participas. ¿Qué quiere decir?”.
Mai, que daba por segurp que se apuntaría, se
sorprendió por las palabras de Andy.
“¿Te preocupa el dojo?”. Algo de razón tienes. Pero
solo es una vez al año, ¿no? En un momento así, los dos podríamos participar en
el torneo, ¿no te parece?”.
“No me preocupa el cuidado del dojo”.
Andy se sacude la melena rubia y se echa el cabello
hacia atrás.
“¿Entonces qué pasa?”.
“Verás…”.
Andy sonríe abatido y se levanta con una palmada en
las rodillas.
“Es porque no estoy seguro de poder vencer a mi
hermano”.
“¿Terry?”.
“Así es”.
Andy se aprieta el cinturón y se aleja despacio.
Lentamente, adopta una sencilla postura básica de Shiranui y repite el
movimiento en silencio de forma impecable.
No es un movimiento difícil, pero las gotas de sudor
de su frente indican que no es fácil. Aun cuando el sudor empieza a recorrer su
rostro. Andy sigue sin prestarle atención.
“No he podido vencerle ni una sola vez”.
Y dicho esto, ¿A dónde podría dirigir su mirada?”.
“Este tipo llamado Terry Bogard es un obstáculo que
tendré que superar algún día”.
“En ese caso…”.
Andy corta de inmediato a Mai, que iba claramente a
convencerle de que KOF sería una buena ocasión para intentarlo.
“No puedo vencerle con mi preparación actual. Ni
siquiera creo que esté a su nivel. Incluso si me enfrentara a él, no haría más
que decepcionarle”.
Así que ahora es el momento de agachar la cabeza para
vencer a Terry la próxima vez.
Ese es el mensaje que capta Mai, de pie tras él,
mientras le observa entrenar en silencio. A lo mejor se trataba tan solo de
orgullo masculino.
Puede que Mai se sienta también poco celosa. Mai no
podía evitar sentir cierta tirantez con Andy como luchador, centrando
únicamente en Terry, pero si su abuelo y su padre siguieran vivos, ella también
se esforzaría por superarles.
Como entiende los sentimientos de Andy, Mai decide no
molestarle más.
“Cuídate mucho”.
La mañana siguiente Mai toma su bolso y se marcha al
aeropuerto, Andy también se va del dojo para irse a la montaña durante el
torneo KOF.
“Como de costumbre, no hay garantía de que el torneo
se celebre sin problemas”.
“Sí, lo sé. Bueno, me tengo que ir”.
“Mai”.
“¿Sí?”.
De pronto, Andy la toma de las manos a Mai.
“Rezo porque no te pase nada”.
La extraña despedida de Andy y su cálido beso en la frente
son dos cosas que Mai nunca olvidará.
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