Un tenue rayo de luz se va difuminando tras los
edificios proyectando una oscura silueta, y lentamente, el sol se pone.
“El tintineo de las llaves del torneo, es algo así
como un reclamo de multitudes”.
Hacía mucho que no escuchaba la voz de Benimaru
Nikaido. Mientras Kyo estaba fuera de Japón, se enteró de que Benimaru
participó en una exhibición de un torneo de varios estilos de lucha de Osaka,
“Sin un luchador estrella fuerte y de primera fila
como yo, no habría evento, así que el patrocinador me suplicó. Si no fuera
amigo de mi padre, nunca hubiera accedido”.
“¿Y ganaste?”.
Apoyado contra la puerta de cristal de la cabina
cubierta de anuncios, Kyo Kusanagi aprieta los labios mientras juguetea con las
monedas de sus bolsillos.
“No hagas preguntas tontas”.
Escucha la risa forzada de Benimaru al otro lado de la
línea.
“No era KOF, sino un torneo normal. Era imposible que
participara alguien que pudiera rivalizar conmigo”.
“Podría haber sido Daimon. ¿O tal vez Shingo?”.
“Intenté tantearles, pero Goro anda ocupado entrenando
sus refuerzos y no está, y Shingo ni me planteé preguntárselo. Además de su
falta de talento, su estilo no es el tipo de lucha impactante que gusta en
televisión”.
Benimaru suspira amargamente mientras relata sus
esfuerzos por conseguir un rival.
“¿Y a ti no te apetece volver ya?”.
Tras conversar un rato asuntos triviales, el tono de
Benimaru cambia sutilmente.
“No”.
Un segundo después asiente y mira alrededor. La puesta
del sol desde la cabina es espectacular, y deslumbra a Kyo.
“No por nada en particular, pero en fin, por alguna
razón, ¿sabes…?”.
“¿Por nada, dices…? Bueno, que seas capaz de hablar así
conmigo ya es un adelanto. ¿Sigues en contacto con Yuki o con tu madre?”.
“Que va, llamo a Yuki muy de vez en cuando, pero
siempre lo coge su padre, así que nunca hablo con ella”.
“Lo siento, Kyo…”.
“Si es normal, ¿no? Es lo de siempre, no hay noticias,
son buenas noticias”.
Kyo se encoge de hombros con resignación.
“Oye, me estoy quedando sin cambio, voy a tener que
colgar”.
“Kyo…”.
“Dime…”.
“Cuando vuelvas a Japón, tendremos que volver a formar
equipo… ¡O no!”.
Kyo comprende perfectamente el doble sentido del
“chiste” de Benimaru.
Benimaru se muere por una revancha.
“Sí… quizá no tengas que esperar mucho. ¡Quién sabe!”.
Dicho lo cual, Kyo cuelga el auricular.
Inmediatamente, el teléfono comienza a sonar.
“…”.
Kyo, que iba a marcharse en ese preciso instante de la
cabina, mira con expresión burlona el teléfono, que sigue sonando.
Lentamente extiende la mano y vuelve a tomar el
auricular que acababa de colgar.
“Kyo Kusanagi, supongo…”.
Escucha la voz desconocida y risueña de un hombre.
“¿Quién eres?”.
Kyo contesta con su habitual tono y mira a su
alrededor a través del cristal.
Se distinguen un millar de idiomas, y en la ciudad
donde se mezcla tanta variedad de ojos y cabello, la noche ha empezado a caer.
La mitad del cielo es rojo anaranjado y la otra mitad
es del azul más profundo, salpicado de las primeras estrellas.
“Últimamente, he notado que alguien me seguía. ¿Eras
tú? ¿O son varios, quizá?”.
“Típico de ti, con tu insuperable intuición”.
“Ahora no me vengas con eso. Dime… ¿qué quieres de
mí?”.
“Tranquilízate. Me permitirás que te inscriba, en
calidad de las Antiguas Artes marciales de los Kusanagi, como participante de
honor en el torneo de este año, ¿verdad?”.
“¿Cómo dices?”.
“Cuando vuelvas a tu hotel, comprenderás todo”.
Y así terminó la misteriosa llamada con un clic.
“Bah, un bromista”.
Kyo tenía intención de darse una vuelta por la ciudad,
pero la desafortunada llamada le había quitado las ganas.
De vuelta al hotel, Kyo se entera de que ha recibido
una carta por correo postal aéreo, Aunque no se indica el nombre del remitente,
al menos está claro que es alguien que ha conseguido averiguar el lugar al que
ha ido a perfeccionar su dominio de las artes marciales.
“Mmm”.
Kyo vuelve a su habitación, se cae sobre el sofá junto
a la ventana y abre la carta. Lo que se encuentra en el sobre es algo que no
debería sonar de nada, pero ese sencillo sobre blanco… tiene la impresión de
haberlo visto antes.
Al abrir el sobre lacrado con un sello rojo, Kyo
chasquea la lengua de forma nerviosa mientras descubre su contenido.
The King Of Fighters se celebrará…
La parte superior de la carta, hay un mensaje con el
que Kyo está muy familiarizado.
“¿Quién patrocinaría otro de estos torneos…?”.
Aunque tenía la ligera sensación de que ocurriría, se
sobrepone a su enfado y deja escapar una amarga risa según va descubriendo los
predecibles acontecimientos.
“Es lamentable tener que doblegarse a los deseos de
ese grupo de tontos… pero tener a esos perdedores acosándome continuamente es
aún peor”.
Mirando por la ventana, contempla la puesta del sol
que tantas veces, innumerables, le ha saludado en un país extranjero.
Observando ensimismado el crepúsculo del cielo donde
el cielo y la luna intercambian posiciones, Kyo recuerda a un tipo.
Tal vez ese hombre tenga en manos un sobre similar
bajo ese mismo cielo.
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